domingo, marzo 12, 2006

Intentan impedir el uso curativo de los productos naturales Mediante las normas elaboradas por el Codex Alimentarius

Intentan impedir el uso curativo de los productos naturales Mediante las normas elaboradas por el “Codex Alimentarius”
Por Antonio Muro
 
El acoso a la medicina natural se ha incrementado brutalmente en Europa con la aplicación de nuevas normas restrictivas sobre el uso terapéutico de oligoelementos (vitaminas, minerales, etc.) complementos alimenticios y productos fitoterapéuticos. Hace sólo unos meses el Parlamento y el Consejo Europeo aprobaron una dura Directiva para regular su comercialización que el Gobierno español transfirió a la legislación a través del Real Decreto 1275/2003 de 10 de octubre. Pues bien, se pretende ahora que las normas que elabora el Codex Alimentarius sean adoptadas por todos los países miembros de la Organización Mundial de Comercio. La libertad de prescripción de los médicos y terapeutas así como la libertad de elección de terapia de cualquier enfermo están intentando ser cercenadas. Centenares de empresas, amenazadas de cierre inmediato. Y nuestro arsenal terapéutico, limitado. ¿Entenderán los españoles y demás europeos que en estos momentos se está poniendo en juego el futuro de su salud así como la de su pareja, sus hijos, familiares y amigos?
 
Aparentemente no debería objetarse nada al intento de unificar la legislación del mercado comunitario europeo en materia de salud y evitar así, por ejemplo, que lo que un ciudadano puede comprar en Gran Bretaña esté prohibido en España. Y menos si el argumento utilizado para establecer esa normativa común es que se busca la seguridad del consumidor. Sin embargo, la apelación a la seguridad -una vez más- se va a utilizar para recortar las libertades individuales que como consumidores poseemos. Y no sólo eso: las grandes beneficiarias de las normas ya aprobadas y de las que se preparan para el futuro serán exclusivamente -de nuevo- las grandes multinacionales farmacéuticas.
 
Lamentablemente estamos ya tan acostumbrados a no ser informados -ni consultados- sobre lo que aprueban nuestros representantes políticos -¿cómo sabrán nuestra opinión si jamás nos la consultan?- que la mayoría de la gente no es consciente del alcance de una legislación que, como en este caso, pretende poco a poco dejarnos sin poder de decisión en lo que a nuestra propia salud se refiere.
 
De momento se están ya imponiendo en Europa pero la negra sombra que desde hace tiempo se extiende sobre la medicina natural en el Viejo Continente puede ahora extenderse a todo el mundo si la delegación europea consigue imponer su postura en el seno del Codex Alimentarius, una comisión internacional creada en 1963 por la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Comida y la Agricultura) y la OMS (Organización Mundial de la Salud) a fin de desarrollar normas alimentarias, reglamentos y otros documentos relacionados con la protección de la salud de los consumidores. Porque todo indica que las pautas del Codex Alimentarius adoptadas por consenso se pueden convertir en normas obligatorias desde el momento de su aprobación definitiva en virtud del acuerdo firmado con la Organización Mundial del Comercio. De hecho, el incumplimiento de las mismas facultaría a esa organización a imponer fuertes sanciones económicas por lo que es evidente que el poder del Codex Alimentarius en materia de salud alimentaria es muy superior a lo que pudiera uno haber imaginado.
 
En el ámbito de los complementos de vitaminas y minerales, por ejemplo, se quieren restringir las dosis recomendadas: "El empleo de determinados complementos de vitaminas y minerales -se alega en el texto- puede ser limitado por razones de protección de la salud e inocuidad para los consumidores". ¿Protegernos del "exceso" de vitaminas y minerales? Son muchos los expertos que contestan que la verdadera razón que se esconde tras esa restricción no es sino limitar la efectividad del producto.
 
Asimismo, quieren evitar que se aleguen las propiedades terapéuticas de las vitaminas y minerales. Y para ello han decidido exigir prácticamente lo mismo que se le pide a un fármaco: "La declaración de propiedades que asocia el consumo del alimento, la sustancia o el ingrediente al incremento de una función, al mantenimiento o la mejoría de un estado relacionado con la salud, o a la reducción de un riesgo de enfermedad deberá apoyarse con evidencias científicas a lo largo de uno o varios de los siguientes procesos: estudios experimentales in vitro y/o in vivo; estudios epidemiológicos o clínicos en seres humanos (…) El mecanismo bioquímico y fisiológico que explica el efecto benéfico sobre la salud debe ser dilucidado o ser explicable con un grado suficiente de certeza a partir del estado actual de los conocimientos(…) Por regla general, la evidencia ha de obtenerse en seres humanos".
 
Nos preguntamos si harán falta ensayos clínicos protocolizados antes de poder decir, por ejemplo, que la vitamina C previene el escorbuto ya que es obvio que para nuestros legisladores la experiencia históricamente adquirida no sirve para nada.
 
Cabe añadir que la influencia de la Unión Europea en el seno del Codex Alimentarius ha crecido este año considerablemente y su delegación está intentando persuadir al resto de los miembros de la Comisión de Nutrición y Comidas para uso en dietas especiales de que la regulación sobre vitaminas y minerales establecida por el Consejo de Europa se aplique a nivel mundial. La norma en elaboración -el Proyecto de Propuestas de Pautas para Vitaminas y Complementos Minerales- acaba de ser discutida en Bonn del 3 al 7 de noviembre. Y de momento ya se han cumplido 4 pasos de un proceso total de 8.
 
Para el mundo, pues, se trata de una amenaza en ciernes; para los europeos, una realidad plasmada ya en una norma que recorta abusivamente nuestras libertades.

UN PELIGRO REAL

El Real Decreto 1275/2003 de 10 de octubre aprobado por el Ministerio de Sanidad que penosamente dirige Ana Pastor, reflejo de
la Directiva Europea, afecta a los complementos alimenticios y a los nutrientes. Una nueva regulación que entiende por complementos "los productos alimenticios cuyo fin sea complementar la dieta normal y consistentes en fuentes concentradas de nutrientes o de otras sustancias que tengan un efecto nutricional o fisiológico, en forma simple o combinada, comercializados de forma que permitan una dosificación determinada del producto y que deben tomarse en pequeñas cantidades unitarias"; y por nutrientes a "las vitaminas y minerales".
 
Obviamente debió haber sido preceptivo celebrar un amplio y público debate sobre lo que iba a regularse en este ámbito porque nos afecta sobremanera a todos pero es evidente que han preferido ocultar a la ciudadanía lo que iba a hacerse. Y así, empresarios, médicos, terapeutas y consumidores asistimos inermes a un nuevo recorte de las opciones curativas.
 
Desde luego, en lo que a España se refiere al menos, es una vergüenza que ni se informe a los ciudadanos de lo que defiende el Gobierno sobre salud en el Parlamento Europeo, en el Consejo o en las reuniones del Codex Alimentarius. En el más absoluto de los silencios, sin ningún debate -ni público, ni privado-, sin consultar a los médicos, farmacéuticos y demás profesionales del sector relacionados con la medicina natural -a los que se ignora-, nuestros gobernantes -con el silencio cómplice de la oposición- siguen adoptando posturas sistemáticamente contrarias al uso de la medicina natural, en este caso el de vitaminas y complementos alimenticios, factores fundamentales para la prevención de enfermedades.
 
Estamos ante una legislación que, entre otras cosas, prohíbe taxativamente que los complementos alimenticios afirmen -e incluso sugieran- en sus etiquetas propiedades saludables para la salud. Las etiquetas -dice el artículo 6.4 del Real Decreto- "no podrán atribuir a los complementos alimenticios la propiedad de prevenir, tratar o curar una enfermedad humana, ni se referirán en absoluto a dichas propiedades". Como denunciábamos en nuestro último editorial, "queda prohibido decir que la vitamina C previene el escorbuto o el resfriado. O que el ajo tiene propiedades antibióticas y cardiovasculares. O que la vitamina A mejora los problemas de visión. ¡La estupidez llevada al rango de norma legal!".
 
Sin embargo, la Directiva europea y el Real Decreto esconden mucho más.
 
LISTA NEGRA
 
Según la lista de productos admitidos por la regulación europea y española, más de 300 sustancias nutrientes quedan excluidas. Entre ellas, un número elevado de las que durante décadas se han mostrado más seguras, más fácilmente asimilables y más eficaces. El absurdo es tan grande que la exclusión abarca formas de vitaminas naturales -como la mezcla tocoferoles/tocotrienoles (la vitamina natural E), los carotenoides y la metilcobalamina-, todas las formas de azufre, boro, vanadio, silíceo y otros elementos básicos así como las más fácilmente asimilables -y más seguras- formas de calcio, magnesio, zinc, selenio, cromo y molibdeno.
 
De entre los 300 nutrientes excluidos por la Directiva Europea y el Real decreto quizás uno de los más importantes sea el boro mineral, usado extensamente en los complementos para ayudar a la captación de calcio en la estructura de esqueleto del cuerpo. El boro es imprescindible para tener unos huesos y dientes fuertes y se usa a menudo en formulaciones destinadas a las mujeres junto con el magnesio, la vitamina D y el vanadio (también excluido de la lista) durante el embarazo y la menopausia al igual que en caso de osteoporosis.
 
Otro importante mineral excluido es el azufre, usado en innumerables complementos y esencial para el tejido conjuntivo y otras funciones del cuerpo. También ha quedado excluida la selenometionina, la forma predominante y más fácilmente aceptada por nuestro organismo de selenio; de hecho, es la misma sustancia que se encuentra en el brócoli. Es decir, a pesar de que la selenometionina ha sido escogida para su uso en el Instituto Nacional del Cáncer de Estados Unidos -o quizás precisamente por eso- la Directiva prohíbe el uso de esas formas orgánicas de selenio.
 
Y otro tanto ha ocurrido con el cromo. Mientras el cromo orgánico -fundamental como factor de tolerancia de la glucosa- ha sido eliminado de la lista de nutrientes permitidos, el cloruro inorgánico y el sulfato de sales de cromo sí han contado con la aprobación del Comité Científico para la Comida sin importarles los datos sobre su posible toxicidad o falta de aceptación por el organismo humano.
 
Claro que los mencionados son sólo algunos ejemplos de lo que supondrá la aplicación estricta de la Directiva cuando ésta entre definitivamente en vigor en agosto del 2005. Es más, la propia redacción que se ha hecho del texto permite abrir paso a restricciones futuras de otros nutrientes además de las vitaminas y minerales, como es el caso de los ácidos grasos, los aminoácidos, las enzimas, los probióticos, los fitonutrientes, etc.

LIMITACIÓN INNECESARIA
 
La reglamentación europea, pretendidamente ambigua, sigue sin definir oficialmente los límites de las dosis de vitaminas y otros nutrientes permitidos en los productos pero su apuesta por "los datos científicos generalmente aceptados" deja clara su intención de ser claramente restrictiva a la hora de la verdad: "Si las vitaminas y minerales son declarados suplementos de comida (no medicamentos) deberán estar presentes en el producto en una cantidad insignificante". Ello supondrá la eliminación del mercado de todos los productos que presenten altas dosis, ignorando los beneficios de vitaminas y minerales en la prevención de gran número de enfermedades. En España, mientras llega la directriz europea, seguimos con los límites reconocidos en el año 92 que, por ejemplo, fijan la cantidad diaria de vitamina C en sólo 60 mg. diarios.
 
Es extraño, pues, que las asociaciones de profesionales, productores y consumidores españoles no se hayan pronunciado aún cuando la Directiva es tan sólo un adelanto de lo que se está preparando a través del Codex Alimentarius. En Gran Bretaña y Estados Unidos, donde los consumidores han contado hasta ahora con libertad absoluta para adquirir vitaminas en altas dosis y todo tipo de complementos alimenticios, las protestas por la adaptación de la Directiva están siendo en cambio ruidosas y contundentes. El profesor Arnold Beckett -profesor emérito de Química Medicinal del King's College de Londres y miembro durante 25 años de la Comisión Médica del Comité Olímpico Internacional- ha encabezado una dura carta de protesta firmada por más de 300 profesionales de la salud y dirigida al Primer Ministro británico Tony Blair que resume el problema de forma contundente:
 
"Nos oponemos -dice la nota- a la Directiva de Suplementos y Productos Medicinales Herbarios Tradicionales en su forma actual. Esa Directiva llevará a la pérdida o degradación de multitud de productos útiles y, por consiguiente, constituirá una medida contra la salud. Muchos de los 300 ingredientes que se prohíben por la Directiva son superiores a aquellos que se permiten y son prohibidos sin una buena razón; su exclusión es caprichosa, sin justificación científica alguna y no se basa en los intereses del consumidor. Las reducciones de la dosificación también son injustificadas ya que no existe ningún tipo de preocupación sobre los niveles actualmente empleado. Como colectivo de médicos y científicos conscientes de la importancia de la nutrición en el mantenimiento de la salud estamos seriamente preocupados por las amenazas del legislativo a la industria de los complementos".
 
En pleno acoso a la Medicina Natural, la normativa europea y la española ignoran las auténticas cuestiones de fondo que permanecen sospechosamente ocultas ante los ciudadanos, candidatos todos -antes o después- a enfermar. Porque la legislación amenaza con fijar a medio plazo dosis mínimas y máximas que obvian la discusión permanente y no solucionada sobre las bases en virtud de las cuales se fijan las cantidades diarias de nutrientes que necesita una persona y la cantidad que se puede obtener en una " dieta normal ", cifras fundamentales para determinar las "dosis" que pueden contener un suplemento. Para empezar, no todas las personas consumen el mismo tipo de nutrientes en cantidad y calidad en su "dieta normal" diaria. Las normas ignoran además que los individuos asimilan de forma distinta los nutrientes que consumen y tampoco entran a considerar que nuestros hábitos de comida cambian con la edad, el estado de salud y el nivel de actividad.     
 
Añádase a todo ello las dificultades existentes para establecer diferencias entre nutrientes que son esenciales para la salud y aquellos que no siendo esenciales refuerzan el funcionamiento saludable del cuerpo humano y son útiles para la prevención de enfermedades crónicas.
 
En definitiva, con tal cantidad de variables es imposible señalar la cantidad diaria que cada uno de nosotros necesita. De hecho, habría que aclarar que ni siquiera puede hablarse de una opinión única ya que los científicos no son capaces de ponerse de acuerdo sobre las necesidades básicas diarias de nutrientes como lo demuestran múltiples estudios realizados a nivel internacional. Valga como ejemplo que el nivel superior "oficialmente" seguro de vitamina B6 está establecido en 25 mg diarios y el recomendado por la legislación española es de 2 mg, mientras amplios sectores de la comunidad científica internacional lo han situado en 100-200 mg diarios. Y como éste, cientos de casos y discrepancias.
 
Es más, a pesar de las enormes posibilidades que ofrecen las vitaminas y los complementos alimenticios para prevenir y tratar enfermedades la Directiva no hace ni siquiera referencia a ellas. Josef Hasslberger, representante de la Asociación para la Libertad de Elección, piensa que la norma sólo servirá para eliminar una contribución esencial para la salud humana: "Reduciendo el número de sustancias nutrientes que pueden utilizarse en la formulación de complementos alimenticios y ajustando las dosificaciones a límites severos, la Directiva está elaborada para eliminar, en la práctica, el inmenso potencial de los complementos alimenticios para mejorar la salud pública de una manera decisiva. La Directiva amenaza con degradar la aportación de los complementos a un estado de ineficacia forzada, no más que un simple parche entre la ingesta insuficiente actual de nutrientes en las comidas y la ingesta mínima sugerida de niveles admitidos y acordados de vitaminas y minerales en los estados miembros de la Unión Europea. Sus previsiones no tienen en cuenta el uso de altas dosificaciones de suplementos nutrientes como una medida científicamente probada capaz de mejorar la salud de poblaciones enteras y como cura para una miríada de enfermedades causadas por los desequilibrios nutrientes en los individuos".
 
También en el escrito dirigido a Tony Blair se denuncia esta ignorancia: "Alabamos el deseo de la Unión Europea de incorporar un alto nivel de protección a la salud humana pero la seguridad de las vitaminas y suplementos minerales, sencillamente, no presenta ninguna preocupación. Al contrario, el potencial de estos suplementos para mejorar la salud pública es sustancial y ello ha sido completamente ignorado en el desarrollo de esta Directiva".
 
Realmente es vergonzoso que mientras tanta sustancia segura desaparece de la Lista Positiva otras consideradas tóxicas, como el hidróxido de sodio, el hidróxido de potasio y el óxido de calcio, son aceptadas para su uso en los complementos alimenticios, algo muy difícil de entender por farmacéuticos, químicos, médicos y profesionales de la medicina natural.
 
ADEMÁS, ¿RIESGO DE QUÉ?
 
Las opiniones más críticas con la actual redacción de la Directiva -cuya aplicación, insistimos, será total en agosto del 2005- sostienen que para la aplicación de las dosis máximas se han ignorado los principios básicos de la Dirección de Riesgos, una emergente disciplina científica que se ha desarrollado para tratar riesgos específicos. El propósito de cualquier Dirección de Riesgos no es la eliminación total de los mismos -algo imposible- sino su reducción a niveles tan bajos como razonablemente prácticos. Pues bien, si se hubiera valorado de forma real el hipotético riesgo de "sobredosis" de sustancias nutritivamente relevantes se hubiera llegado a la conclusión de que históricamente es nulo. Por ejemplo, entre 1983 y 1990 no hubo en Estados Unidos un sólo caso de muerte causada por vitaminas, aminoácidos u otros productos naturales. En el mismo periodo, sin embargo, murieron sólo en Estados Unidos MÁS DE 100.000 PERSONAS AL AÑO como consecuencia de la utilización de fármacos aprobados por la FDA.
 
De hecho, los graves efectos secundarios de los fármacos han degenerado en una auténtica epidemia en los países industrializados situándose en el cuarto lugar en la lista de causas más frecuentes de defunción. El nivel de riesgo de vitaminas y complementos, en cambio, es mínimo por no decir inexistente. No hay pues ningún motivo alarma que obligara a legislar el sector -y menos tan drásticamente- porque nadie ha definido claramente qué presuntas situaciones de riesgo se pretenden atajar limitando la dosificación. Es más, aún en el hipotético caso -jamás demostrado- de que existieran riesgos por el consumo de altas dosis de vitaminas y complementos minerales la Directiva podría haber optado antes por otras opciones. Por ejemplo, exigir declaraciones de advertencia en las etiquetas del producto del estilo de “No deje este producto al alcance de los niños" "No lo consuma si está embarazada", "No exceda la dosis recomendada sin consultar a un especialista"... Al final, como explica el ya mencionado Josef Hasslberger, "parece escasamente inteligente prescindir de las posibilidades preventivas y terapéuticas de vitaminas y complementos en aras de un exceso de proteccionismo injustificado".
 
Es obvio que las decisiones adoptadas suscitan muchos interrogantes. Por ejemplo: ¿por qué no se tuvieron en cuenta otras opciones?, ¿por qué la Unión Europea ignora que sus decisiones suponen diezmar un sector significativo de los productos de salud comercializados durante las últimas tres décadas y que ha crecido inmensamente gracias al duro trabajo de pequeñas y medianas empresas?, ¿por qué no se ha puesto ningún énfasis en el lado positivo de los complementos?, ¿por qué la Directiva establece una prohibición general del uso de sustancias (fuentes nutrientes) que han estado en el mercado durante muchos años sin ningún problema de seguridad? El antes mencionado doctor Arnold Beckett -a quien su experiencia de 25 años en el Comité Médico del Comité Olímpico le da un indudable crédito en el campo de las vitaminas y complementos- y sus colegas resumen todas las preguntas que genera la Directiva en una: ¿A quién beneficia esta Directiva? Y contestan: "Ciertamente, no al público cuyo acceso a muchos productos familiares les será negado. Ciertamente, no a las compañías pequeñas que producen los productos que serán eliminados del mercado. Ciertamente, no al minorista que verá reducida su mercancía para ser probablemente sustituida en el futuro por productos inferiores pero elegantemente empaquetados a precios muy superiores (alguien tiene que pagar por los costos de obedecer la legislación). Ciertamente, no a la profesión médica y a otros profesionales de la salud cuyo trabajo se ve aliviado por las medidas de autoayuda que suponen el consumo de vitaminas, complementos y plantas. Y ciertamente, no al Sistema de Salud que tendrá que enfrentarse inevitablemente a un aumento del trabajo y de los costes. La Directiva también trata de facilitar el comercio de productos derivados de las plantas a lo largo de Europa creando requisitos legislativos comunes. Sin embargo, sus términos favorecen sólo a las compañías grandes, particularmente a aquellas que operan en el sector farmacéutico y que ya tienen los recursos y experiencia para tratar con las normas farmacéuticas impuestas. Las compañías pequeñas u otras compañías sin aspiraciones de ventas paneuropeas son perjudicadas gravemente por una legislación que es, por consiguiente, injusta. A quién beneficia parece ser, pues, la llave para entender esta Directiva" (las negritas son nuestros).

GANAN LOS DE SIEMPRE
 
No cabe duda alguna: la Directiva y el Real Decreto español afectarán dramáticamente a la industria de complementos alimenticios con serias consecuencias para los minoristas, especialistas, profesionales de la Medicina Natural y Complementaria y a aquellos consumidores que suelen decidir por sí mismos sobre su propia salud.
 
Una vez más, los grandes beneficiados serán las multinacionales farmacéuticas. Porque si bien es cierto que a nivel europeo se contempla la posibilidad de incluir en la lista de productos permitidos nuevas sustancias que se han mostrado seguras desde hace décadas también lo es que ahora se les exige estudios científicos de tal nivel que prácticamente se convierten en prohibitivos para las industrias pequeñas y medianas de productos naturales. La Unión Europea está exigiendo rango de medicamento para sustancias de comida lo que significa que en casi todos los casos la información requerida no está disponible. Por eso los fabricantes han comenzado ya a buscar esa información alrededor del mundo. Sólo que aun cuando la información pudiera encontrarse o producirse, los costes de los estudios de investigación, los ensayos clínicos y su administración serían de centenares de miles de euros y, por consiguiente, prohibitivos. Además, los posibles estudios de investigación difícilmente podrían estar listos para julio del 2005, fecha límite para la entrada en vigor de la Directiva.
 
A ello cabe añadir que no sólo no existen incentivos para que los fabricantes lleven adelante esas investigaciones sino que difícilmente las harán porque no hay ningún mecanismo de protección al no ser patentables y no podrían impedir que cualquier otra empresa, sin haber hecho gasto alguno, use luego ese trabajo para usar la sustancia una vez aprobada.
 
El resultado final es que no sólo se limita la libertad del consumidor para consumir vitaminas y complementos sino que la medida afecta decisivamente a los productores de los mismos en toda Europa, tal y como denunciaban los más de 300 profesionales de la salud que se dirigieron al Primer Ministro británico: "En total, unos 5.000 productos se hallan afectados por la normativa. Y no será posible reformular todos esos productos porque no hay ningún sustituto para algunos de los ingredientes prohibidos y no será factible reformular otros. Un número no precisamente insignificante de productos se perderá así para siempre. Y en cuanto a la mayoría de los productos afectados potencialmente reformulables lo son a un coste estimado por el propio Gobierno de 3.000 libras por producto. Es decir, a la industria probablemente le cueste 10 millones de libras mantener los productos hoy comercializados como legales, aunque degradados; y en el caso de los productos que contengan selenio, serán más tóxicos".
 
En suma, si las dosis máximas se siguen modificando con los requisitos "paramédicos" exigidos igual dará que las vitaminas y complementos sean considerados "comida" o "medicamentos", adquiridos en los supermercados o en las farmacias... porque al final su producción estará en manos de las grandes multinacionales. Y, desde luego, no parece que la solución pase por tomar múltiplos de dosis más bajas para obtener niveles más altos porque supondría tragarse diez o más tabletas juntas pagando encima más al tener que comprar varios envases de dosis bajas en lugar de uno con dosis superiores.
 
Y AHORA, EL MUNDO
 
Hasta ahora, la resistencia a todo esto de asociaciones y grupos defensores de la Medicina Natural no han pasado de ser testimoniales. Y en el caso de España, ni eso. No es de extrañar, pues, que Europa encabece con paso firme en el Codex Alimentarius las posturas más restrictivas. Y poco importa que enfrente estén los mismísimos Estados Unidos. Allí la venta es libre y sin problema con las dosis desde que en 1993 se intentara restringirlas y se impusiera la postura de los defensores del uso de vitaminas y minerales en la protección y prevención de la salud. Aunque ya existen al parecer divisiones internas que impiden su posicionamiento claro hoy.
 
En la reunión del Codex Alimentarius recientemente finalizada en Bonn la postura de los defensores del libre acceso a las vitaminas y minerales estuvo una vez más encabezada por la delegación de Sudáfrica. Pero fue rechazada globalmente por el Comité porque de nada sirvió que esgrimiera un informe de la propia OMS titulado Dieta, Nutrición y Prevención de Enfermedades Crónicas -un documento habitual de consulta para especialistas- donde se confirma que la ingesta de vitaminas y minerales puede reducir la incidencia de la diabetes y los ataques cardíacos, controlar la tensión arterial alta y tratar muchas otras enfermedades crónicas que han alcanzado proporciones epidémicas mundiales.
 
Así que, ignorando las recomendaciones de la propia OMS, el comité del Codex Alimentarius desestimó las propuestas de Sudáfrica. Lo único que consiguió la delegación africana es estar al frente de un grupo de trabajo destinado a revisar los valores de referencia para los nutrientes -las cantidades de ingesta diaria entre las poblaciones normales- que servirán para establecer los límites seguros de las dosis altas. Una presencia que supone al menos la esperanza de que los estudios científicos y las evidencias que sirvan para fijar las cantidades reflejen la realidad de las posibilidades preventivas de vitaminas, minerales y otras sustancias naturales.
 
En suma, habrá que esperar a que decidan sobre las sustancias naturales quienes no creen en la medicina natural. Tremenda paradoja. Y no parece muy buena señal que sea la delegación australiana la que se encargue de presidir el comité responsable de establecer los límites superiores seguros porque Australia ya regula las vitaminas y complementos minerales como medicamentos y no como alimentos.
 
El debate definitivo en el Codex Alimentarius se celebrará el próximo año. Apenas queda tiempo pues para que las asociaciones de fabricantes, de médicos, de farmacéuticos, de profesionales de la medicina natural y de consumidores presionen a sus respectivos gobiernos para evitar una limitación drástica del consumo de vitaminas y minerales.
 
La Fundación Rath aboga incluso por tratar de forzar la celebración de referéndums a nivel nacional. Y diversas asociaciones británicas están encabezando un movimiento para rectificar la Directiva europea. Así, la Alliance for Natural Health ha iniciado una batalla legal contra ella a la que ha invitado a unirse a asociaciones de toda Europa. Del resultado final de esta batalla dependerá probablemente el futuro de la práctica de la Medicina Natural. Esperemos pues que todos los sectores relacionados se aúnen. No para dar respuestas individuales y aisladas sino para manifestar su posición con una única y potente voz.
 
Porque lo que se esconde detrás del Codex Alimentarius es simple y lo denunciamos en el editorial de este mismo número: "Como quiera que las sustancias naturales no son patentables, las multinacionales farmacéuticas quieren quedarse la exclusiva de su uso utilizando determinadas organizaciones internacionales para imponer una serie de normas a los ciudadanos a través de los gobiernos con la recurrente pero falsa excusa de que lo hacen para proteger nuestra salud de posibles efectos negativos. Y no sólo eso: quieren asegurarse de que las dosis alivien al enfermo pero no le curen. El negocio está en tener enfermos crónicos que de forma permanente consuman sus productos. Y para lograr ese objetivo hay que retirar del alcance de la ciudadanía las sustancias naturales cuyos potenciales efectos terapéuticos sean evidentes. Esa es la verdad y la pregunta obligada es: ¿vamos a permanecer impasibles ante tamaño dislate?"
 
Antonio Muro
     
Manifestación contra el Codex Alimentarius

Durante el desarrollo de la reunión del Codex Alimentarius representantes de 15 países y casi 1.000 personas convocadas por la Fundación Rath
para la Salud se manifestaron en protesta contra las leyes planeadas ante el Hotel Maritim de Bonn bajo el lema Parar el Codex Alimentarius. Y entre los testimonios que pudieron escucharse o leerse durante la misma destacamos varios.
 
Es el caso del ofrecido por el cantante Paul McCartney, cuya mujer murió de cáncer y ha escrito recientemente a sus amigos y colegas diciendo: "Creo que tenemos derecho a comprar complementos alimenticios seguros, legítimos y naturales. Ese derecho está bajo amenaza y me complace que mi nombre se una a una campaña que puede volverse necesaria para conservar nuestra libertad de elección en el Reino Unido. Estaría encantado si usted hiciera lo mismo".
 
Anthony Rees co-fundador de la organización Pharmapact y consejero de la delegación sudafricana, afirmó por su parte: "El mundo afronta un gran riesgo por culpa del Codex Alimentarius ya que el gran grupo de intereses farmacéuticos que está detrás no está interesado en absoluto en nuestra salud".
 
Eduardo Luiz Barbosa, de Sao Paulo (Brasil), que asistió al Codex Alimentarius como presidente de una organización de apoyo contra el HIV/AIDS, dijo: "Creo en la acción de las terapias naturales alternativas dado que éstas son menos dañinas para las personas y están basadas en principios éticos". Y concluyó su presentación con una cita de Mahatma Ghandi: " El mundo tiene bastante para la necesidades de todos... pero no para la codicia de todos".
 
El doctor Wong Ang Peng, presidente de una asociación nacional de remedios naturales en Malasia, contó cómo la Medicina Tradicional China ha formado parte de la vida diaria en Oriente desde hace centenares de años y aunque todavía no hay ningún problema en el acceso a las terapias naturales "lucharemos como tigres por la libertad de las vitaminas porque si ustedes pierden contra el Codex Alimentarius en Europa nosotros perderemos pronto también en Asia".
 
Finalizamos con las palabras pronunciadas por la cantante Katja Ebstein -representante alemana en Eurovisión en 1970, 1971 y 1980- durante la presentación del evento: "El Codex Alimentarius representa hoy lo mismo que los esfuerzos de la Iglesia de hace 500 años por tratar de impedir la salida de la oscuridad del periodo medieval. Se impidió entonces y se impedirá esta vez también. Pretende violarse el deseo humano fundamental de buscar la salud. Me gustaría pedirle a la gente que haga lo posible para promover en Europa un referéndum de apoyo a las terapias naturales".
 
Cabe añadir que el Dr. Matías Rath -cuya fundación convocó la manifestación-, tras repasar la historia del Codex Alimentarius y examinar el desarrollo de la industria farmacéutica, presentó numerosos evidencias del éxito de la investigación científica en la medicina celular.


Lic. Nut. Miguel Leopoldo Alvarado
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